A la señora Rial,
Me acuerdo ahora de mi primo Alfon, de Nick y de Nacho. Tres
incrédulos que me dieron una vela entre tanta penumbra. Miro atrás y no puedo
más que sonreír. Resulta curioso observar cómo épocas que parecían tan duras –y
realmente lo fueron– hoy parecen tan livianas. Dicen que los pueblos que
olvidan su pasado están condenados a repetirlo. A mi me gusta tenerlo presente,
no para evitar su reproducción, sino porque quiero recordar de dónde vengo.
Cómo era mi vida entonces, los pensamientos que se paseaban por mi cabeza, los
sentimientos que navegaban por mis adentros, lo que me hacía vivir. Esto
último, precisamente esto último, no ha cambiado nada en los últimos cuatro
años. Tiene nombre y apellidos, pero sobre todo tiene magia.
Leo las entradas de aquellos meses y el corazón se me
encoge. Entonces, en mi día perfecto –o casi– disfrutaba de la presencia de
muchos, personas imprescindibles en mi vida, pero, en el fondo, el pilar de ese
día se escribía con letras del sur. Eso tampoco ha cambiado. Hoy, para mí, las
24 horas perfectas son las que transcurren en cada día que vivo. ¿Por qué?,
preguntan desde atrás. Pues porque estoy con la persona que siempre he querido
estar. Porque sé que puedo llamarla o escribirla en cualquier momento (y
viceversa), porque sé que la voy a ver pronto y porque sé que cada día que pasa
me enamora un poco más.
A lo largo de 1.095 días pasan muchas cosas. Demasiadas para
guardarlas todas en nuestro álbum fotográfico. Sin embargo, hay algo que pasa a
diario y que nunca jamás se llevará el olvido: la felicidad que me
proporcionas. Ver tu sonrisa bien vale una vida. En algún momento, en un siglo
de estos, descubriré las palabras exactas para definir el chisporroteo que
despiertas en mi interior cuando se arquean tus labios. Tus labios, ese lugar
donde nadie ha sentido lo que siento yo cada vez que me aventuro a ellos con
valor y arrojo. Allí donde quedó Pablo, hace ahora tres años, perdido en plena
Plaza de Oriente de Madrid con el estómago en llamas por unos malditos jalapeños,
y con el corazón en llamas por una FAntástica clave musical.
Aquel beso me abrió la puerta a la vida. Sabía que eras tú quien
tenía la llave. Esa caricia de tus labios fue el principio de todo y el final
de algo. Hay momentos que te marcan para siempre, y aquel, sobre un banco de
piedra sin respaldo, fue el primero los muchos que he disfrutado desde
entonces. Tras ese beso corrió imparable un torrente de emociones que avanzó a la
velocidad de la luz. Tu luz. Solo entonces me di cuenta de que nada es
imposible contigo.
Se me quedan tan cortos tres años. Cómo explicarte… es como
ir desde Cuatro Caminos a Villaverde y
apenas haber llegado a la Esquinita de Treviño. Eso sí, yendo por la M-30, sí
mujer, esa vía desde la que se atisba en la lontananza un famoso coso taurino.
¿O no? Jajaja. Que tres años no es nada –creo que es lo que Gardel quiso cantar
en realidad–. Es tan solo, y a la vez tanto, como una gota en el Mar
Cantábrico. Como un paseo por el mercado de Camden o unas vistas desde lo alto
de la escalinata de la Piazza di Spagna. Es tanto –y tan poco– como no comer ni
un trozo de pizza o atiborrarse a las últimas exquisiteces culinarias de dos
chefs inigualables, como no coger el coche ni para atravesar la calle o
conducir 3.000 kilómetros en dos semanas, como temer viajes a pueblos sudistas
o confiar ciegamente en que todo va a salir bien.
Esto es solo el inicio. Es solo un desayuno en la cama con
zumo de naranja y croissants recién hechos. Es el disfrute de un festival
veraniego con playa y bebida. Es un paseo por el puerto deportivo, aliñado con
pipas y sidra y culminado, como no podía ser de otro modo, con un beso en el
paseo marítimo imitado por las olas y el muro. Es una compañía en un hospital o
en casa, cuando la salud no acompaña. Es una noche de estío caminando por el
centro de Madrid después de disfrutar de una interesante película. Tres años
contigo es todo y es nada. Es todo mirando al pasado y nada mirando al futuro.
Nos quedan tantas cosquillas por hacernos. Me gusta que veas
crecer a los cuatro fantásticos. Adoro que les quieras tanto como yo. Por mi
parte, me siento un sureño más. Nunca pensé que tuviera otra familia en el
mundo. La tengo en Donantes de Sangre, o quizá debería decir Donantes de
Corazón, porque eso es lo que me habéis dado. Ese cosquilleo al cruzar el
umbral aquel día de otoño vuelve a aparecer cada vez que visito la zona
austral. No lo perderé nunca, igual que tampoco perderé el amor por vosotros
que habéis moldeado en mí. La calle, la parada de cercanías, Wendy, las
aceitunas, comer en el suelo… cada parte de allí forma también parte de mí.
Gracias.
Viajes, cenas, paseos, conciertos, teatros, discotecas,
bolos, museos… Y casa. Mucha casa. ¿Demasiada? No para mí. Esas pequeñas cosas,
que decía Serrat. Bailar en la cocina, embadurnarnos en la cocina, jugar al
trivial, leer (más bien mirar) revistas, series y fútbol, música y buzz. Y esa
sensación de estar construyendo nuestro hogar. Pero sobre todo verte y
sentirte. Besarte y acariciarte. Compartir la vida.
Cuántas vivencias… y qué pocas. Pero, ante todo, qué
felices, porque han sido contigo. Son tres años inolvidables, pero es sólo la
primera página. Si así es el prólogo, me muero de ganas de leerme el resto del
libro. Ya sabes, los números primos nunca están solos. Aquel final no te gustó
mucho. El de nuestra novela… nuestra novela no terminará nunca. Cada palabra,
cada letra, estará escrita –al menos– con la misma pasión que la del aquel día.
3 comentarios:
¡Gracias por hacerme caso (por una vez!) y regalarme lo que más deseaba! Leerte me hace recordar aquella primera entrada, esas confesiones que me pusieron la piel de gallina. La primera vez que se me escapaba una lágrima por algo que leía. La primera de infinitas veces. Tres años después, sigues emocionándome con cada sílaba. ¿Me dejas ayudarte a escribir juntos esta novela interminable? Y sí, vale, Las Ventas se ve desde la M-30. ¿Contento? Jajaja
P.D: Un verbo en tres tiempos conjugado (o tkm, que dirías tú, jajaja)
Sigo siendo tu fans número dos, y por la parte que me siento aludida en este precioso relato, quiero decirte que eres la persona más maravillosa que una madre desearía para su hija, que sólo por verla tan feliz tienes el cielo ganado, que las puertas de mi casa son las tuyas y que porfavor sigas escribiendo asi siempre....asturianin.
Pabbles, por favor vuelve a escribir en tu blog. Nos deleitas con tus vivencias y experiencias.
Tienes un don para contarnos vivencias entrañables y humanas, que despiertan el alma.
Gracias por ser tan crack, con "C" de Campeón
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