domingo, 30 de noviembre de 2008

Life killed the radio dreams

A Marconi y a James Matthew Barrie,

más de quince años pasando juntos todas las noches y aún no sé quién eres. Me cuesta recordar la última vez que me dejaste pasar a solas la madrugada. Tantísimas noches inolvidables, envueltos en sueños, compartiendo ilusiones, dibujando el futuro entre palabras… También hemos vivido oscuras madrugadas, donde la almohada era nuestro único escudo contra los miedos que nos rodeaban y amenazaban abordar nuestro demasiado escandaloso Pikolín.

Llevo escuchando tu voz nocturna desde que iba al Breogán, acompañándome siempre. Mi fiel escudera entre las sombras madrileñas. Y salmantinas, y gijonesas, y segovianas,… porque allá donde yo iba acudías tú. Hablándome, llenando vacíos de soledad. Eran horas y horas, pero a mí se me pasaban en un suspiro. Incluso en esas noches en las que tus palabras chocaban contra los muros de mis pensamientos, cuando oía tu voz pero no la escuchaba, cuando estaba demasiado ocupado estudiando, escribiendo, reflexionando o simplemente soñando, algo dentro de mí se empapaba de tu presencia.

Nos presentó Jorge cuando los hermanos compartían habitación. Fue un flechazo. Te vi, te escuché, y no pude separarme de ti. Conoces mi vida casi mejor que yo (el casi sobra) y sabes que gran parte de lo que soy te lo debo a ti. Tú y yo no compartíamos noches, las vivíamos, las saboreábamos hasta que casi nos cortábamos la lengua con ella. Mi pequeña gran confidente. En los buenos y en los malos momentos, nunca te has ido de mi lado.

Al principio era debajo de la almohada, ¿te acuerdas? Parecía increíble que de un cuerpo tan pequeño pudiera salir tanta energía, tanta vida. Tengo grabado a fuego aquella madrugada, aquel “Would I lie to you” de Charles & Eddie que me dedicaste y con el que me rescataste de la maldita pesadilla. Tantas historias, tantas conversaciones, tantas alegrías, tantos lamentos…

Recurro a ti porque tú eres el principio y creo que me he perdido. Desconozco el punto en el que me desvié de la senda marcada por la ilusión. La vida me está llevando por el lado equivocado y no puedo hacer nada para remediarlo. Nada de lo que tú y yo teníamos planeado. ¿Recuerdas aquellas noches de domingo bailando pasodobles? Nunca imaginamos que nos veríamos en esta.

“Haz lo que debas”. No es el título de la peli de Spike Lee, es lo que me dijiste la noche anterior al examen de selectividad. Un salvavidas en un océano repleto de dudas. No lo cogí y me ahogué. Y ahí sigo, viviendo en el fondo del mar, en otro mundo. En realidad, creo que nunca he llegado a estar en la superficie. He visto cómo las personas de mi alrededor, antes o después, decidían calzarse las aletas, poner rumbo de nado vertical y abrazar la madurez, dejando atrás las estrellas y caballitos de mar para respirar el aire fresco de los adultos.

La vida en mi mundo, junto a los arrecifes subacuáticos, es lenta pero segura. Los segundos se hacen eternos, cada movimiento se mide al milímetro, la gravedad nos abandona pero la presión nos invade. Hay mucho tiempo para pensar. Demasiado tiempo para pensar. La parsimonia es la gran aliada de la reflexión, que acaba por convertirse en paranoia. Mientras, esa lentitud le tiene declarada la guerra incondicional al impulso, a la espontaneidad, al sentimiento original.

Decía que aquí, en el fondo marino de la inmadurez, la vida es más lenta, pero también más segura que ahí afuera. Sabes a qué atenerte (seguridad jurídica, para algo me sirvió Derecho), todo tu alrededor te es conocido, el agua te protege por doquier. Además, al tener tanto tiempo para pensar, se medita cada decisión casi hasta sangrar. Es difícil equivocarte en tu elección. “Pero puede que de tanto pensarla, te decidas demasiado tarde”, decís los de la superficie. No. Aquí abajo, el tiempo se estira como una goma. Aquí nunca es demasiado tarde. Allí arriba casi siempre lo es.

Esta mañana, camino del trabajo, alguien me ha dado una voz justo cuando iba a entrar en el Metro. Me he girado y era Segundo, mi profesor de guardería. Hacía más de cinco años que no sabía nada de él. En apenas diez minutos de conversación nuestros recuerdos se han remontado dos décadas atrás. Ya peina canas, pero su semblante de buena persona y su calidez y cercanía a la hora de hablar los mantiene intactos. Como hace más de 20 años, cuando él y Nines trataban de poner orden en La Locomotora, entre un grupo de canijos incontrolados locos por ver la última peli de Disney.

¡Cuánto odiaba el babi! Creo que era el único de mi clase que no tenía. Yo estaba tan feliz manchándome de tomate frito o de puré de patatas mi chandal Yanlis o mi camiseta de Helechitos, sin usar ningún batín uniformado. Y esos recreos en el parque iniciándonos en el mundillo del balompié… ¡Grande Raymon! esa zurda que aún hoy en día es la mejor del Barrio del Pilar, con diferencia. Aquellas fabulosas esculturas de plastilina, los maravillosos lienzos a base de ceras, las majestuosas edificaciones con las piezas de Lego…

Debe ser curioso para Segundo ver, después de 20 años, a ese chavalín que solía vestir aquella camiseta roja y sus zapatillas Yumas pintarrajeadas con tinta de bolígrafo. Me siento orgulloso de haberle tenido de primer profesor (con los innumerables tostones que he tenido después). Es de esas personas que te dejan huella para toda la vida.

Pero lo cierto es que, dos décadas más tarde, mi ánimo sigue buceando en el fondo del océano. Digo mi ánimo porque mi cuerpo emergió en la superficie hace un tiempo. Empujado un poco por la corriente, otro poco por familiares, amigos, hechos de la vida,… pero eso, empujado.

Arriba se ha impuesto la apología de la responsabilidad. Cualquier error es magnificado hasta límites desconocidos, tiene tintes casi hasta dramáticos. No hay vuelta atrás y puede suponer un punto y aparte en el desarrollo de tu vida. Sin embargo, los éxitos carecen de reconocimiento, se dan por supuestos, pocas veces van acompañados de una mísera muestra de satisfacción.

En las profundidades las cosas son diametralmente opuestas. En primer lugar, como decía antes, las equivocaciones pocas veces se dan (la frontera entre lo bueno y lo malo es casi imperceptible), y cuando efectivamente se producen (y no pueden ser subsanables) la consecuencia no pasa de una necesaria auto-reprobación, de un “vaya, la cagué, tomo nota para la próxima”, una sonrisa y para adelante. Y en el caso de los triunfos sucede tres cuartos de lo mismo. Las palabras de aliento y los aplausos (en ocasiones, hasta inmerecidos, pero que el corazón agradece profundamente) no faltan nunca.

Supongo que acostumbrarse a vivir afuera requiere un tiempo. La pregunta es si quiero acostumbrarme a esa forma de vida. Creo que no. Entonces, ¿puedo vivir permanentemente arriba con una mentalidad de abajo? Creo que tampoco.

“Hay que madurar”, “la vida tiene sus etapas”, “se aprende a vivir a base de golpes”,… son expresiones que he oído muchas veces y todas ellas me parecen equivocadas. Crecer es obligatorio, madurar es una elección, por lo tanto, no hay obligación de alcanzar la madurez. Si escoger el camino más sencillo (y que yo desee) es no madurar, buscadme allí.

La vida no tiene sus etapas. La vida es una etapa continua, sin fases que la dividan. Está claro que el cuerpo y la mente varían a lo largo de los años, pero me niego a aceptar que en un determinado momento todo tu mundo se transforma y quedas impedido de hacer o decir ciertas cosas. Creo que puede haber personas de edad avanzada que tengan un espíritu de chavales, y críos que se sientan como verdaderos dinosaurios. La vida no está marcada por patrones.

¿El aprendizaje sólo se adquiere a través de malas experiencias? Sinceramente, no estoy de acuerdo. Observando, analizando, dialogando,… así se puede crecer, sin necesidad de atravesar sufrimientos o disgustos. De hecho, el haber sufrido desdichas o cometido errores no es garantía de no volverlos a sufrir o cometer. Esa maldita piedra en la que tropezamos una, dos, tres, y no sé cuántas veces más, es testigo directo de ello.

No sé, quizá mañana piense todo lo contrario. Esto es bastante infantil ¿no? Pues eso.

… y esta noche, a escucharte, como siempre.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

En el nombre de Ángel Juan

A quien fue, es y será parte de mí,

te echo de menos. Hace más de un año que tus maltratados pulmones decidieron que ya era suficiente. Estoy seguro que incluso ellos, a los que citabas día a día con el señor Marlboro (casi hora a hora), están orgullosos de haber escoltado, durante más de medio siglo, al corazón más grande que ha conocido jamás el planeta Tierra, y parte del barrio de Carabanchel.

Porque ese era tu barrio. Allí naciste, allí hiciste tus primeros amigos (de los miles que conquistarías), allí traveseaste de cani, allí jugaste tus primeros partidos como profesional, allí conociste a mum,… Siempre he creído que todos llevamos en nuestra forma de ser las raíces del lugar en el que nos hemos criado. Seguramente, todos esos falsos cosmopolitas que reniegan abiertamente de su origen no hagan con esa actitud sino reafirmar la personalidad propia de su ciudad o barrio de la infancia.

Carabanchel huele a desparpajo. Popular, bullicioso, ajetreado, descontrolado, impulsivo, racial…Así veo a tu barrio. Así te veo a ti. Paseo por Vía Carpetana y te veo jugando a las cartas con los gitanos; llego hasta el Campo de La Mina y se me ponen los pelos de punta recordando tus tardes de central en el Cara; me paso por los alrededores de Vistalegre y me invitas a unos churros en aquella chocolatería que llevaba tu amigo valenciano…

Eras tierno. Desde Jorge, pasando por Vanesa, Alfon, Inés y María. Tu cara al verles expresaba una emoción poco común. Te mezclabas con nosotros. Volvías a tu niñez por unos momentos y te unías a nuestro grupo como uno más. Desvivirse. Eras capaz de eso y mucho más por cualquiera de nosotros. Te has ido vacío de cariño. Lo has dado todo y no sé si hemos sido capaces de devolvértelo. Un corazón tan grande es difícil de llenar pero a fe que lo hemos intentado con todas nuestras fuerzas.

¿Te acuerdas de aquella mañana de otoño en la Ciudad Deportiva? Llegamos tarde, como casi siempre, pero con unas energías que rayaban el éxtasis. Jugué y me cogieron. ¡En el máximo rival del equipo de tus amores! Y allí estabas tú, el más feliz del mundo. Seguramente, ni aunque mis pies hubieran ido a dar con el Manzanares aquel día tu sonrisa habría sido tan sincera y radiante. Durante más de 25 años, tú has sido el único hincha atlético que se entristecía cuando el Madrid palmaba. “No pasa nada, Pablo, piensa que nosotros estamos peor”. Jajaja, ese era tu consuelo. Siempre sacando la cara por los demás.

Y todas aquellas tardes llevándome al Pardo a entrenar. Bajando a vernos a Las Eras en aquellos veranos de fantasía en tu añorado Arroyomuerto. Enseñándonos a nadar en la recién estrenada piscina del huerto de la calle. A montar en bici, a conducir, a jugar al ping-pong, a querer. Porque verte era ver comprensión, sosiego, consejo, cariño, pasión, alegría. Eso sí, eras poco de medias tintas. Nervio, raza e intensidad dulcificados con un poco de paciencia (sólo un poco) daban como resultado una persona inflada de temperamento y también de bondad.

Las sobremesas viendo el Tour, o tus somníferos preferidos, los Documentales de La 2. Los churros y las porras para desayunar los fines de semana (en los últimos años eran casi más para comer…), tu barita mágica en la cocina…Nunca ha habido, ni habrá una tortilla de patatas tan sabrosa, deliciosa y absolutamente genial como la tuya. Esos boquerones en vinagre, esas ensaladas aliñadas para piratas (así ha salido Flor, jeje)…Siempre con la radio, y con la sonrisa. Echo tanto de menos esa sonrisa…Malditos dientes…

Una voz inconfundible (aunque Jorge y yo hayamos tratado de igualarla, sin éxito, por supuesto), y un bigote que se fue haciendo madridista te acompañarán siempre. La de horas que te tiraste esperándonos a Flor y a mí en la escuela de música…No te imaginas el gozo que sentía al verte los días que tenías reunión con el tutor en el cole. Eras el primero en confiar en mí. Siempre creíste más en mí que yo mismo.

Mirar hacia atrás en situaciones difíciles era verte siempre. Tu mano sobre mi hombro y un gesto de asentimiento eran suficientes para que los miedos desaparecieran. En aquellas horribles tardes de dentista, en la operación, en las dudas universitarias, en las crisis familiares, en los problemas de amores,…por allí siempre pasaba Ángel Juan o Juan Ángel, tanto monta, monta tanto. Era un alivio tenerte cerca. ¿Seguridad? Absoluta, a tu lado.

Maldigo la mala suerte que te acompañó en los últimos años. Un cruel sufrimiento inmerecido que tú, enfrentándote con tu inseparable valentía, combatiste día a día pero que, a la postre, fue haciendo herida en tu alma. Hasta el hombre más virtuoso del mundo era retado por el destino. La enfermendad, la presión, el exceso,…demasiados enemigos unidos al mismo tiempo. Aún así, acabaste con todos. Una victoria digna de tu Atleti en la Champions o de tu Cara en Tercera. Un triunfo a base de tesón, de no tirar nunca la toalla, de luchar hasta la extenuación. Tu victoria.

“Eres igualito que tu padre”. Otra de las frases que más he escuchado en mi vida. Y nada que me haga más orgulloso. Las similitudes se quedan, en su mayoría, en el casco. Por desgracia para mí, el puesto de mandos no es tan parecido. Jorge, Flor y María. Seréis ansiosos. ¡Qué poco me habéis dejado! Me queda tu recuerdo y el orgullo de ser hijo de aquel carabanchelero alegre, inquieto y con un corazón de oro que lo fue empeñando poco a poco por todos nosotros. Por todos.

Da besos de mi parte por allí arriba a todas las personas que se han ido, llevándose consigo un pedacito de mi vida. No pasa un día en el que no me acuerde de vosotros (Chelo, Patro, Tomás, Alfonso, Paco, Volga…y tantos otros).

Tan parecidos y tan distintos…ojalá fuera "igualito" que tú.

Te quiero.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Confesiones (tardías) de un norteño a una sureña

A ti,

supongo que algún día tocaba hablar de esto. Borbotones de sentimientos y chorros de sensaciones personales. No voy hablar ni con el cerebro, perdedor al Brain Training; ni con las manos, agarrotadas de tanto apretar aquel corazoncillo de gomaespuma; ni con el corazón, usado como pelota para jugar aquel partido de tenis que nunca llegamos a disputar; ni tampoco con mi atrofiado sexto sentido que tantos disgustos me ha traído. ¡Qué lo haga el alma!, que siempre es sincero y no se deja llevar por las emociones. Allá vamos.

Seguramente haya cometido uno de los mayores errores que se puedan cometer, y que en mi caso no han sido pocos, la verdad. Uno mismo sabe diferenciar cuándo se ha equivocado en pequeñeces y cuándo la cagada puede tener consecuencias irreparables. Creo que yo estoy en la segunda categoría. Seguro. “Ya es demasiado tarde”. Cuántas veces me habrán dicho esa frase…Demasiado tarde porque ya no hay vuelta atrás, porque las segundas oportunidades sólo se dan en las películas, y porque lo que hiciste en el pasado (o más bien, lo que no hiciste) te suele acompañar de por vida. ¿Hay alguien con una máquina del tiempo en la sala? Ofrezco ricas napolitanas y limonadas del Mercadona, y hasta algún triángulo de regalo -instrumento musical indispensable para dibujar preciosas canciones como Francisco Alegre.

Recuerdo aquel jueves 3 de julio en la cafetería charlando a tu lado con Raquel, María y demás compañía, de las tapas tan ricas, pero tan raras, que me habían puesto en el Congreso del día anterior. Yo pensaba: esta tía nueva que entra aquí pensará que soy el más friki del mundo (hasta que conociste a tu sustituto en la empresa, espero, jaja). Desde aquel día, tengo archivados por orden alfabético todos y cada uno de los encuentros (con palabras de por medio, o no) que mis ojos tuvieron con tu presencia. En tu odiado metro, en los cafés matutinos –aunque yo los recuerdo vagamente por mi somnolencia crónica mañanera-, en tus viajes de ida y vuelta al baño, en tus despedidas hasta el día siguiente mientras otros dos amigos y yo departíamos en la calle…Fue un verano diferente. Trabajando y disfrutando. ¡Qué contradicción! Mariposas en la tripa, el corazón a mil, las palabras que se traban, el estómago que se cierra (ni un mísero bocata cantábrico, joe)…Esa chica tenía algo especial.

Aquel día en el Plaza Norte (perdona, jajaja) un huracán pasó de refilón a mi lado y me descolocó totalmente. En el McDonald’s, hablando de Canadá, de tu cole de pijos con uniforme y bañador, de las macetas de sangría en El Alquimista,…luego de tiendas, aquella que buscabas de regalos, la Fnac, aquel paisano salmantino de la parada, una apuesta que acabó en empate (aunque la mía era anterior)…Luego vacaciones y msn. Bueno msn no, o sí, pero sin hablarte. Seré idiota. ¿Dónde te has dejado la iniciativa, Celticman? Es preferible pedir perdón a pedir permiso. Era así ¿no? Apuntado queda. Pero “demasiado tarde”…

Es la primera vez que me paso las vacaciones de verano deseando volver al curro, y no precisamente por los madrugones ni por “mrs. goodmorning”. Estabas conmigo en Gijón; en Salamanca; en el banco del parque con los amigos; en casa de Jhona grabando el programa; con Victor jugando a la Play; viendo a Pau & Company poniendo contra las cuerdas al NBA Team; en el Bernabéu viendo al Madrid y al Sporting; con Nacho en Ópera; en el concierto de The Wombats (ahí en cuerpo y alma); viendo con Rosa en La Vaguada Vicky, Cristina, Barcelona; hablando de la vida con Chiki y Raffa; escuchando a Wilco tocar Impossible Germany con Salva;…Arrasando con todo, ahí estabas tú. En la cabeza y en el corazón. En el Norte y en el Sur.

Los puntos suspensivos de la sonrisa perenne. Que se partía de risa (forzada muchas veces, ejem ejem) con mis conflictos diplomáticos con los italianos y de mis aventuras con los oculistas sacados de la peli Hostel. Que se tronchaba con la historia que precede a mi “amor” por Zaragoza. Los problemas dejaban de ser problemas con esa cuarto menguante tumbada de oreja a oreja. Por Madrid, un duende con mirada zaina, nada triste. Y con palestino, y no del Zara precisamente. Aquel chaval (no saquemos el tema de la edad, jaja) de las extrañas manías había caído de lleno y sin paracaídas en una de las historias de Pon&Zi (no de HellowKittie ni WinnieThePooh). Aquel exgraffiterometalerohiphopero sentía la necesidad de echar unas caladas a la graciosa, pequeña y preciosa cachimba que la Universidad Carlos III guardaba en su Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación (es lo único que le falta a la Autónoma). Aquel desconectador profesional de conversaciones y eterno estudiante de Historia del Periodismo Español (pero con dos matrículas, ejem ejem) se había enamorado de una guionista de autobuses a la que 13 rosas logró sacar alguna lágrima que otra. Aquel abogado y casiperiodista que vio en el Puerto de La Coruña una obra de dimensiones titánicas pensaba segundo a segundo en una futura inquilina de un piso de la céntrica calle de Fuencarral. Pero aquel tío melón nunca se decidió a pasear su viejo, pero útil, Cari por las calurosas tierras del sur, desde la que apenas se divisan las 4 Torres.

Hay personas que tienen mala suerte perdiendo trenes y ascensores físicamente, y también los hay que la tienen perdiéndolos metafóricamente. Conozco a un superhéroe al que le sucede lo segundo. Estuvo semanas y semanas cargando en su mítica mochila John Smith con un triángulo que pedía a gritos un viaje al sur de Madrid, pero que nunca tuvo narices para decidirse a hacerlo. Un superhéroe enamorado de la copla que solía perder apuestas a sabiendas, sólo para garantizarse volver a ver a una nota musical. Un superhéroe ciego que acostumbraba a hacer niñerías, como dejar de hablar y mandar mails, a una pequeña hobbit sólo por indicios de presencias de otros punto y comas. Fotos, conversaciones por el msn, llamadas al móvil, salidas a tomar algo, un cine,…Alguien hizo todo lo que dejó de hacer el amigo de Peter Parker, que debería haber aprendido de cómo actuó su colega neoyorkino con Mary Jane. Pero escogió el camino equivocado, el que lleva a ninguna parte. Bueno, esta senda sí que tiene destino: Friendshipville.

Se suele decir que todo tiene una moraleja. El problema es que ésta tiene aplicación para los actos futuros y el futuro es muy caprichoso, y muy cruel cuando acaba de terminar de ver la gala de Gran Hermano. Mi futuro está en el pasado. Unos tres, cuatro o cinco meses atrás, aproximadamente. Repito: ¿Se ha traído alguien hoy la máquina para viajar en el tiempo? El tiempo. Jugando siempre en campo contrario, con el firme embarrado y dos linieres novatos. Así gana cualquiera. Bueno, habría que verle jugando al ilikechallenge (ai laik). ¿El Señor Tiempo será de los que abre los ojos debajo del agua? Seguro que aún usa burbuja. Él no se hunde, pero sumerge las esperanzas de chatarreros amantes de las palomitas de microondas. Los sueños del hijo del helecho eran un escaparate habitual para que la dueña de Wendy, e ídola (del sur) de Mario, se desenvolviera cual Charlize Theron en el papel protagonista de la película. Pero eran eso, sueños. Ahora casi prefiere ni cerrar los ojos por miedo a la aparición de cameos inesperados, a la emisión de una película en blanco y negro o, lo que es peor, al cierre definitivo del cine.

La indecisión. Fanta, Kas, Trina, Schweppes,…Esta es la cuestión. No es baladí. Puedes creer que la Fanta está esperando que la bebas, cuando lo que está pensando realmente es que eres un melancólico aburrido seguidor de Coldplay, y que lo que más te conviene es que pidas Kas. El caso es que yo quería, y deseaba (amigo psicoanalista), a Fa nta, pero no la pedí. Llegué a la barra y comencé a hablar con el camarero. Hablamos horas y horas, conversaciones amenas, graciosas, interesantes, poco personales… De música, de cine, de viajes, de periodismo, de todo lo habido y por haber en la Galaxia, menos de la bebida que realmente deseaba. – Quiero una Fa nta, por favor. Es posible que luego no les quedara o que la última que les quedara se la hubiera pedido antes otro cliente, pero al menos habría dejado claro mis gustos.

¿Tanto te costaba pedirla joven padawan? Pues sí que le costó, sí. Tanto que no lo hizo. Y que se tuvo que marchar del bar sin escuchar la actuación musical de esa noche. Una chica joven, vitalista, inteligente, comprensiva, guapa y bajita que tocaba la guitarra de escándalo. Antes de abrir la puerta para marcharme, me giré y pregunté con interés, -¿de dónde viene esta estrella a la que apodan “la crack”? -Del Sur.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Dos malos conocidos y uno bueno sin conocer

A Rudy, Rudy, Rudy, Rudy Fernaaaaaaaaaandez (con la melodía del tema Ruby, de Kaiser Chiefs),

¿Obama o McCain? Me parece que falta una tercera opción. Simplificando, ambos candidatos representan la derecha y la extrema derecha, respectivamente. ¿Y el candidato de izquierdas? ¡Ah no!, se me olvidaba que en EE.UU. los socialistas, comunistas, anarquistas, y demás personas de tendencias progresistas sufrieron una abducción masiva y desaparecieron de la faz de la Tierra camino del Planeta Rojo…

Me parece vergonzoso que la mayor potencia mundial no cuente con un partido político verdaderamente de izquierdas que aspire a la presidencia del Gobierno. Me importaría un bledo si fuera en algún otro país, pero por suerte o por desgracia (más bien por lo segundo), lo que suceda en EE.UU. mañana me afectará de una u otra forma. No falta quien dice que el Partido Demócrata representa los valores más propios de la izquierda política: primacía de los derechos sociales, cuidado por el Medio Ambiente, economía intervenida por el Estado, compromiso con la Cultura, supremacía de los principios de Solidaridad, de Paz, de Igualdad…Ja ja ja.

Basta echar la vista atrás para darse cuenta de que presidentes demócratas han cometido tantos crímenes humanitarios como sus “primos-hermanos” republicanos: Durante la Administración Clinton, las sanciones económicas costaron la vida de miles de iraquíes, y los bombardeos de los aviones estadounidenses se sucedieron periódicamente tanto en Irak, como en Yugoslavia, Sudán, Zaire…; Harry Truman ordenó el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; en los años 60, Lindon Johnson terminó el trabajo iniciado por su predecesor, John F. Kennedy, e intensificó la guerra de Vietnam. Algunos dirán que todas estas actuaciones contaban con un respaldo internacional (bien de la ONU, bien de la OTAN, de naciones aliadas, etc.). Pues bien, creo que para los miles de muertos inocentes que arrastraron todas estas operaciones no es excesivo consuelo que EE.UU. las ejecutara con el consentimiento de no se qué institución o país.

En la cuestión medioambiental sucede tres cuartos de lo mismo. Al Gore, otrora vicepresidentísimo de Clinton, se ha convertido en el adalid de la lucha contra el cambio climático, Premio Nobel de la Paz incluido (es que es para partirse de risa, joe). Esta vena sensiblera por el desarrollo sostenible le ha llegado un poco tarde, ¿no? En 1997, durante su Gobierno, más de 160 países, entre ellos EE.UU. (mayor contaminante del mundo), firmaron el Protocolo de Kioto para limitar las emisiones de CO2. Gore efectivamente suscribió el documento, pero lo hizo sabiendo que era papel mojado. Por eso, ya en territorio estadounidense, ni él ni Clinton hicieron nada para que fuera aprobado por el Congreso norteamericano. Una hipocresía galopante.

Por si esto fuera poco, Gore se ha mostrado firme partidario de los biocombustibles. Es decir, de la desertificación de superficies gigantescas, destruyendo bosques y tierras de cultivos tradicionales en Latinoamérica, Asia y África. Una deforestación que aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero por el tratamiento de los suelos, la agricultura intensiva y el transporte. Esto acelerará el calentamiento global, y encarecerá los alimentos de primera necesidad.

Y qué decir del sistema económico. Demócratas y republicanos son carne de neoliberalismo. Mismos perros con distinto collar. Privatizaciones masivas, liberalizaciones indiscriminadas, mano de obra barata, mercado libre y autocorrector. Esto es lo que nos espera gane quien gane. “El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha estado respaldado por la teoría económica. Y, como debería haber quedado claro, tampoco está respaldado por la experiencia histórica. Aprender esta lección tal vez sea un rayo de luz en medio de la nube que ahora se cierne sobre la economía mundial”, así resumía Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 (los mismitos méritos que Gore…ejem, ejem), su percepción sobre cómo el neoliberalismo ha llevado al mundo a la situación actual.

Del Partido Republicano acabo antes si digo que un gabinete compuesto por Dipsy, Lala, Po y Tinky Winky sería mucho más beneficioso para el mundo que uno compuesto por republicanos.

Lo de mañana es un Ruíz-Gallardón contra Esperanza Aguirre. Un Valladolid contra Oviedo. Un Bustamante contra OBK. Malo contra peor. Peor contra horrible. Es una pena que las experiencias político-económicas más recientes que aplicaban políticas progresistas reales fracasaran por su dirección totalitaria (U.R.S.S., Cuba, Corea del Norte,…). Y luego está China, también viciada de origen por su bochornoso tiroteo continuo contra los Derechos Humanos. La izquierda europea dominante de ahora no es más que una derecha camuflada. Social-demócratas, laboristas, partidarios de la tercera vía de Blair…eso es vender humo. Aún así, están a años luz del Partido Demócrata de EE.UU.

Sé que es utópico, pero creo que va siendo hora de que el mundo esté liderado por una potencia revolucionaria, solidaria y progresista. Por desgracia, creo que el Gobierno de Arroyomuerto ahora mismo está pendiente de otras cosas, pero yo apostaría por él.

En cualquier caso, In Obama We Trust (más que nada porque le gusta el basket, ¿verdad Rudy?).