jueves, 1 de enero de 2009

Frente al espejo

A la Asociación de Guionistas de Vidas,

es tiempo de balances. Por estas fechas a muchas personas les da por analizar lo sucedido a lo largo del año recién acabado (no sé por qué no lo hacen cuando concluye cada semana, o cada mes, o cada trimestre). El caso es que a mí nunca me ha gustado hacer balances anuales. Es una especie de examen, un análisis de lo bueno y lo malo del año. Éxito o fracaso. Año productivo o año perdido. Casi mejor no arriesgarse a evaluarlo, por el resultado, más que nada.

Yo hago mi evaluación particular. No tiene nada que ver con el final de año. Es algo que suelo hacer de vez en cuando. En situaciones de crisis, de dudas, en vísperas de acontecimientos que considero relevantes… en general, cuando necesito estar solo. Plantarme delante del espejo, mirarme fijamente, hasta que pueda verme reflejado en mis propios ojos, y sincerarme conmigo mismo.

Me encanta hablar conmigo. Hace poco, un amigo me preguntó que en qué momento del día era cuándo más tranquilo me encontraba. Sin duda es este. Preguntas sinceras y respuestas sinceras. Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. Nuestras virtudes, nuestros defectos, nuestros activos, nuestros miedos. Somos nuestros más duros críticos y nuestros más fervientes seguidores.

Me encanta encontrarme cara a cara conmigo mismo. Ver a un chico cada vez más convencido del Determinismo, de que cada una de nuestras vidas ya está vivida. Está escrita de principio a fin. Desconozco si lo está en las estrellas, en las cartas, en los posos del café, en las palmas de las manos o en los libros sagrados, pero creo que nuestro presente y futuro es ya pasado. ¿En qué te basas? Me diréis. En mi experiencia. Lo sé, es una prueba mínima, pero, ¿en qué os basáis vosotros para sostener lo contrario?

San Siro. Partido de vuelta de la semifinal de la Champions League. En el terreno de juego, once estrellas mundiales del Inter de Milán. En el túnel de vestuarios, once chavales del Club Deportivo Salmantino, muchos de ellos estudiantes, con más horas en campos de tierra que de hierba, y a los que les tiemblan las piernas desde que aterrizaron en el aeropuerto lombardo de Malpensa. En la mente de cada uno de los 22 jugadores sólo hay dos cosas seguras: una, que los italini son unos quatreri; dos, la victoria de los interistas. Desconocen el tanteo final, el cómo y el cuándo de los goles, pero el triunfo neroazzurro es cierto.

De todas formas, el creer que nuestro destino ya está predeterminado lleva aparejado un sentido peyorativo que es irreal. Las cosas son como son y las personas también.

¿Mi año? Venga vale, no desentonemos con el ambiente y hagamos análisis. Ha habido de todo. He conocido a personas fascinantes, muy especiales, pero también he perdido alguna que otra maravilla. Me conozco más, y me gusto menos. Grandes aciertos y grandes errores. Los primeros, gratificantes y necesarios; los segundos, dolorosos e irreversibles. He disfrutado y he visto disfrutar a mi gente. He sufrido y he visto sufrir a mi gente. Eso no cambia con los años. Las expectativas a principios de 2008 eran grandes. “Este va a ser nuestro año”, ¿era así, serrano? Pues no lo ha sido. Este año tampoco.

2008 ha tenido seis meses. De enero hasta junio. Desde entonces hasta ahora sólo ha habido niebla. Momentos de pequeños claros, algún que otro rayo de sol entre las nubes. Pero perdido entre sombras, recuerdos y fantasías. Dejándome llevar, sin llegar a ningún lado. El pasado está muerto, pero me empeño en revivirlo a diario en pensamientos y sueños. Dicen que los sueños son reflejos de nuestros temores y de nuestros deseos. Ojalá no soñara, o, al menos, no me acordara despierto de ellos. Son sueños pretéritos, estúpidos y dolorosos.

Y lo peor es que en estos desaparecidos meses me han sucedido cosas estupendas. Grandes acontecimientos que no he saboreado, que se me han escapado entre los dedos de la mano como si fuera arena. Sábados por la noche en los billares con mis mejores amigos, jornadas de radio apasionantes, viernes por la tarde en la mejor compañía y en el mejor escenario, alocadas y divertidas conversaciones hasta las tantas con personas especiales, partidos de fútbol, conciertos, cafés, indescriptibles alegrías familiares, viajes, oportunidades laborales,… apenas unas gotas de agua en medio del mar.

¿Hasta cuándo así?, me pregunto. No está en mi mano. Somos actores de la película de nuestra vida, pero los guiones ya están escritos. Incluso los Oscars y los Razzies ya están entregados. Soy el protagonista de mi cinta, pero me limito a recitar el guión dado y a sentir los sentimientos dictados. No cabe la improvisación ni los cameos espontáneos. Simplemente cumplo órdenes. No sé qué me espera dentro de media hora, o mañana o dentro de tres años, pero sí estoy seguro de que será lo que tenga que ser, de que será lo que pone en la página correspondiente del libreto.

Mi esperanza reside en que el guionista, a la hora de escribirlo, haya introducido un giro radical en la trama desde ya mismo. Que mi personaje vuelva a sentir como lo hacía unos meses atrás. Que vuelva a vivir plenamente el presente, que mire al pasado con orgullo, y al futuro con esperanza y decisión. Que los sueños se queden en sueños y que se abrace a la realidad con una fuerza formidable. A ese clavo me agarro, porque lo demás no está en mi mano.

Las cosas son como son, no como nosotros queremos que sean. Si verdaderamente nosotros fuéramos los dueños de nuestro porvenir, ¿por qué no somos siempre felices? ¿Acaso si tuviéramos la posibilidad de elegir no desearíamos la felicidad eterna? "Hay hechos que no podemos dominar, que se nos escapan de nuestro campo de acción. Por eso no somos siempre felices", podriaís argumentar. Pues bien, desde mi punto de vista no es que haya circunstancias de nuestra vida que no dependen de nosotros, es que nada depende de nosotros.

Podemos felicitarnos por nuestros éxitos y maldecirnos por nuestros fracasos para hacernos sentir rectores de nuestros propios actos, pero la realidad es que ese triunfo o esa equivocación no son mérito ni demérito nuestro. Que conseguiríamos ese premio o que erraríamos esa decisión nos venía de serie desde que nacimos.

Hace poco, hablando con una amiga, me dijo que ella piensa que los grandes acontecimientos de nuestra existencia ya están marcados desde antes de la concepción. Empezando por los rasgos físicos, la familia, el país de nacimiento, el momento de nuestra muerte y el de las personas que nos rodean, nuestra trayectoria académica y laboral, nuestras relaciones sentimentales,… Todo este conglomerado de circunstancias ya lo tendríamos predefinido. Sin embargo, en nosotros residiría la libertad de ánimo, de afrontar todas esas situaciones con un espíritu optimista, alegre, emprendedor, de superación, de riesgo; o, por el contrario, con un sentimiento derrotista, dramático, deprimido o nostálgico. Aquí, en esta faceta emocional, funcionaríamos de manera autónoma, libre e independiente.

Yo voy más allá. Si tras la muerte de un amigo, una persona se repone, mirando hacia delante, buscando nuevos retos, afrontando el futuro con energías renovadas, es porque así debe ser. Si tras suspender unas oposiciones, un estudiante se hunde, se pasa el día preguntándose por qué escogió A y no B en la pregunta 13, se encierra en sí mismo y le da por escuchar canciones melancólicas, es porque así debe ser. El destino de cada uno de estos dos sujetos era ese y no el contrario, ni ningún otro. Sentirse así ante esa circunstancia dada.

La vida es más cómoda, más fácil así. Quizá también menos interesante. Pero es lo que hay. Desaparece la responsabilidad. Sólo interpreto el papel que se me ha asignado. “Pero así no se vive la vida”, dicen. Es lo que estoy haciendo, vivirla. Probablemente no de la forma que tenía planeada, pero es que la vida nunca sucede como se planea, nunca sucede como se sueña. Es simplemente como es.

A mí me gustaría despertarme pensando otras cosas, acostarme pensando otras cosas, soñar otras cosas,… pero supongo que es lo que me toca. Porque la vida es sentir, pero también es pensar. De hecho, creo que tiene prioridad lo segundo sobre lo primero. Hace poco leí a una amiga decir que los sentimientos son incontrolables y alocados. Estoy de acuerdo, en parte. No se puede controlar su brote, quizá tampoco su desarrollo, pero sí se pueden camuflar. En muchas ocasiones se deben esconder porque no son lo correcto. Porque surgen en el momento inadecuado, porque carecen de sentido. ¿Que no es sano reprimirlos? De acuerdo, pero hacerlo, en determinadas circunstancias, evita males mayores.

La buena y la mala suerte no existen en el transcurso de nuestras vidas. Existen a la hora de escribir y repartir los guiones. Somos muy dados a hablar de que tal persona tiene mucha suerte, o al contrario. Esa gracia o desgracia no hay que buscarla aquí, sino en las manos que diseñaron la vida del afortunado o desafortunado.

Sólo me queda agradecer a los autores de la historia de mi vida el haber puesto en mi camino gente maravillosa e instantes de felicidad plena, así como criticarles el haberme hecho padecer vivencias dolorosas. A ver qué me tenéis preparado para el futuro, aunque me han llegado ciertos rumores y no son especialmente halagüeños… Mi futuro está escrito y no me gusta.

¿Qué hacemos aquí? Simplemente representar el papel que nos ha tocado en suerte.

5 comentarios:

Jonathan dijo...

Leyendo tus palabras uno se da cuenta de errores en los que siempre se canen al hacer balance, al volver la vistra atrás. Llega otro año y con él nuevas esperanzas, yo sí que soy de los que hacen balance, sobre todo para mirar al futuro con optimismo, aún cuando no hay signos para ello.

Vacadechernobil dijo...

Cocorico-cocorico...

Eres un gallina. Que lo sepas. Bueno, qué coño, ya lo sabes. Pablorregui, defensa central del Eibar, echando balones fuera.

Así que no hay nada que hacer, ¿no? Claro, así tú te desprendes de la responsabilidad que inevitablemente tienes en tu propia existencia.

¿Y cuando tengas hijos? ¿Tampoco harás nada? ¿No les enseñaras a distinguir lo que está bien y lo que no? No serás el máximo responsable de su bienestar y de su felicidad?

Además, sé perfectamente que ni tú te crees lo que dices. Únicamente piensas que si lo expresas en voz alta o lo plasmas negro sobre blanco se convertirá en realidad.

Pues no, amigo mío. Por supuesto que eres responsable de tu existencia, del devenir de tu vida desde que tienes uso de razón. Así que lamento (mentira, no lo lamento lo más mínimo) comunicarte que tanto tus fracasos como tus éxitos se deben en gran parte a tu manera de afrontar las diferentes situaciones que se te presentan.

Por ejemplo, lo lógico sería que me borraras este comentario, bastante chapa te doy ya en persona. Pero no, estoy seguro de que no lo harás.

Un abrazo

Athenea Mata dijo...

Mi querido Pablo, no puedo entrar en debates sobre determinismo, relativismo, albedrío o libertad, porque me siento una inculta navegando entre frases sueltas sobre esos temas que alguna vez escuché, muy pocas leí y rara vez llegué a entender.

Lo que sí puedo decirte, y ya que repites la metáfora del 'actor', es que cualquier intérprete que se enfrente a un texto, bien escrito, detalladamente dibujado por un dramaturgo, tiene en sus manos barro que transformará en su propio personaje mediante el proceso creador. Puede ser que los otros protagonistas, hazañas y recorridos de tu vida estén anticipados en 'El periplo de Pabbles', pero está en tu mano materializar ese Pablo concebido como idea. Redescubrirte; jugar; vivir; disfrutar independientemente de si tu elegiste o no las circunstancias que en cada momento circunvalan la situación de tu vida.

Un bs enorme y, por favor, nunca dejes de escribir...

Anónimo dijo...

... y si te dijera que yo conozco tu futuro???

Pablo dijo...

Y me podrías adelantar algo? Así en plan exclusiva... Pero te aviso q ya tengo datos sobre lo q me espera eh :P